Sin considerarme una persona religiosa, voy a citar un proverbio bíblico que dice “que todo hombre coma, y realmente beba y vea el bien por todo su duro trabajo. Es el don de Dios” (cita de Eclesiastés 3:13).
En los tiempos que vivimos, con las sociedades funcionando a gran velocidad, son pocas las veces en las que nos detenemos a pensar sobre el “bien por todo nuestro duro trabajo”. Allí incluso se dice que este es una dádiva de parte de Dios,… ¿ver el bien por el duro trabajo, una dádiva? ¿no será un poco exagerado?
Para quienes amamos lo que hacemos, y lo hacemos de corazón, nos sentiremos muy identificados por esa frase. Es posible que en seguida uno sienta la tentación de pensar que eso aplica sólo a quienes tienen la “suerte” de trabajar de lo que realmente gustan hacer en la vida, sin embargo quisiera invitarlos a ir más allá de eso.
Estoy casi seguro que, si alguien disfruta de una actividad –incluso recreativa– y trabaja haciendo esa misma tarea durante cierta cantidad de horas al día, terminará dejando de recrearle, puesto que lo estará viendo como un trabajo en sí y necesitará de otras cosas para esparcimiento. Por ejemplo, los que me conocen, saben que amo jugar al fútbol (soccer), y aunque me parece muy divertido, ya si trabajara como jugador profesional, estoy seguro que no me divertiría tanto.
Me gustaría hablar del orgullo que provoca en cualquier persona, ver su trabajo y disfrutar de cómo ha quedado algo bien hecho, una tarea bien realizada. “Ver el bien por todo el duro trabajo” debe ser de las cosas más dignificantes para el ser humano. Y va más allá de qué actividad se esté desempeñando, incluso si es honoraria o bien remunerada, si es un trabajo de construcción, de jardinería, de limpieza, o la creación de la pieza más sofisticada de programación o tecnología. Cualquier actividad desarrollada con pasión, amor y empeño, luego de terminada, generará la misma sensación de placer, de bienestar, de orgullo y dignidad.
Hace unos años leí una expresión que al principio me llamó la atención en un libro que me he cansado de recomendar: “Padre Rico, Padre Pobre”. La frase decía algo así: “los ricos no trabajan por dinero son los pobres quienes trabajan exclusivamente por el dinero”. Quien ha leído el libro, entenderá bien a qué me refiero, y sabe que el autor (Robert Kiyosaky) no está hablando de ricos y pobres en el sentido estricto de la palabra, sino en el sentido de riqueza y pobreza mental: la agudeza y la inteligencia de la persona que ve “más allá” de la mera recompensa monetaria presente.
Por eso, siento una franca atracción por las personas que todos los días, sea la actividad que estén desempeñando, la desarrollen con pasión, con cariño por lo que están haciendo, con amor, por el orgullo de ver el trabajo resultante y decirse “¡qué bien me quedó esto!”.
Sin importar la actividad que desempeñes todos los días, cuando termines la jornada y veas el trabajo realizado, pregúntate “¿cómo lo hice? ¿cómo quedó?”, y sé muy crítico contigo mismo, sin escuchar las voces de terceros que te digan “está bien así, déjalo así nomás… no es para ti, no te preocupes tanto”. Contrario a lo que mucha gente piensa el trabajo hecho por uno es primero para uno siempre, así sea realizado para un tercero o un jefe. Si luego de admirar tu propio trabajo, logras ver el “bien por tu duro trabajo”, sólo así entonces, podrás día a día superarte. Si ves errores en tu trabajo, los pasas por alto haciendo la vista gorda, jamás aprenderás a disfrutar de lo que haces. Los que no disfrutan de lo que hacen, son los que se desaniman, los que van cambiando de actividad, buscando cosas nuevas o nuevas metas (el típico “El lunes empiezo…..”) y cosas por el estilo para buscar una motivación externa al propio ser, sin darse cuenta que el real problema reside en ellos mismos, cuando no hay cosa más linda que la propia motivación, el respeto que uno siente por uno mismo y el orgullo de hacer las cosas lo mejor que pudimos, y ya en este punto no hablo de hacerlas bien o mal, o comparándonos con cómo lo hubiera hecho otra persona, digo simplemente “lo mejor que pudimos” y decirlo a conciencia y sentirnos bien por ello.
Recuerdo, hace muchos años cuando era jardinero, antes de irme de una casa a la que le había arreglado el parque, el mejor momento era mirar cómo había quedado y ¡me encantaba eso! Muchas veces, admiraba un jardín y veía cómo había quedado mal barrido una parte, o algún yuyo aun asomaba entre las flores… jamás me permití irme de un lugar si yo veía algo así: sacaba la herramienta apropiada y volvía sobre mis pasos para arreglarlo todo detalladamente. Ser detallista muchas veces es más un karma que una bendición, pero ¡qué lindo es admirar un trabajo hecho con toda el alma y qué orgullo es, si ese trabajo lo hemos realizado nosotros!
Animo siempre a todas las personas con las que me cruzo, a que sientan orgullo, pasión, amor y placer al hacer cualquier actividad. Estoy seguro que, no sólo disfrutarán más haciéndola, sino que también se convertirán en expertos mientras gozan de su trabajo y al final de cuentas, terminarán ganando mucho más dinero en lo que hagan, o comenzarán a lloverles oportunidades económicas y laborales por “arte de magia” o lo que la gente que no entiende de qué se trata esto llama “suerte”.
Es un desafío un tanto más grande, pero 100% alcanzable, el de formar un equipo de personas en donde reine este mismo espíritu. En casi 14 años de existencia de Infranetworking en la industria del hosting, puedo decir sin temor a equivocarme que día a día vamos en esta dirección.
¿Disfrutaste de tu jornada laboral y de lo alcanzado en ella hoy? ¡Felicidades, estás viendo “el bien por tu duro trabajo”! Recuerda que es un “don de Dios”…